De cómo comprar en Eismann te puede dejar helado

Tengo que celebrar que en estos últimos días se ha incorporado una nueva lectora a este, mi humilde blog... y tras días de inmersión en este submundo me ha mandado este mail con una historia basada en un hecho real... Aunque yo le he animado a crearse su propio espacio, de momento no se lanza, así que desde aquí os muestro su experiencia en el mundo de los congelados...

Hacía ya tiempo que me tentaba la idea de comprar congelados en la compañía de venta por catálogo Eismann. De hecho, más de una vez había mirado su página web con la finalidad de hacerlo sin acabar de decidirme a dar el paso. Así que aquel martes en que al llegar a mi casa encontré el catálogo de Eismann en el mueble de la entrada, no tuve que pensar si iba a comprar o no, estaba claro.

Miré con detalle todos los productos, y después de hacer una larga lista con los productos preseleccionados, hice una nueva selección.

Es curioso que cuando uno compra productos congelados lo hace pensando en un futuro ( para cuando un día no sepa qué hacer, o para cuando no me haya dado tiempo de pasar por la pescadería, o así tengo un postre para una noche especial …….) en fin, un montón de situaciones que no están previstas en los próximos cinco días.
Y así uno hace la lista de la compra o compra in situ un montón de productos ya congelados. Hasta que llegamos a casa, y comprobamos que los tres cajones del combi no han ampliado su capacidad desde la última vez que los llenamos. Es un momento duro, de aquellos en que piensas…’ ¿porqué siempre me pasa lo mismo? Debería comprarme un congelador arcón.’ Pero ahora ya no tienes tiempo para lamentarte, ni siquiera para pararte a pensar en ello…..sólo tienes tiempo de echar una ojeada a lo que has comprado y decidir rápidamente qué productos se quedan fuera de ese habitáculo.

Resumiendo, que lo que debería ser una compra para días imprevistos y a más de 5 días vista, acaba siendo la cena de hoy y las comidas y las cenas de los próximos dos días, porque por supuesto, o te lo comes ya, o directamente tendrás que tirarlo porque se habrá estropeado. Así acabas cenando el atún congelado hecho a la plancha, por supuesto con guarnición de patatas congeladas, con las baguettes que sólo había que hornear (porque mira que ocupan las baguettes en el congelador), y de postre unas maravillosas copas de helado (que habían sido compradas para un día muy especial, o sea para hoy que has venido cargadita del super) y que tienen un tamaño descomunal. Para comer mañana, fuera del congelador han quedado ya las 3 sepias y las patatas estilo parisien, dos baguettes más y la tarta al whisky que hubiera ocupado medio cajón del congelador. Para cenar tengo ya fuera las rodajas de merluza y el bolsón de brócoli (que igual una vez descongelado no está bueno, pero hay que probarlo antes de tirarlo), la última bolsita de baguettes (por fin se acabarán con lo que ocupan), y un brazo gitano para 8 personas (aunque solo somos 4, así que tocará repetir al día siguiente). Y así hasta acabar con toda la despensa que querías hacer para días imprevistos y todo por culpa de la limitada capacidad de tu congelador.

Pero volviendo a Eismann, hice finalmente la lista (con los criterios antes citados, o sea, comprar hasta sobrepasar la capacidad del congelador) y cuando el miércoles llegó el comercial (un chiquito de 25 años que esperaba llevarse el catálogo sin pedido ninguno) le hice la relación de los productos. El muchacho sorprendido tomó buena nota con gestos de agradecimiento, (yo también estaba agradecida tenían unos productos de repostería que no encontraba en otros sitios) y me informó que el viernes me traerían los productos desde las 20 a les 23 horas (increíble horario de reparto para gente que trabajamos todo el día). Así mismo me dijo que cada tres semanas, incluido en el servicio, él me llamaría por teléfono para que yo pudiera pedirle los productos a través de este medio. Bien.

Llegaron los productos dentro del horario y sin quejas de ningún tipo, a parte de la queja que tengo hacia mi combi, que volvió a hacer que viviera de congelados todo el fin de semana.
Y aquí es cuando empieza la historia realmente curiosa. Al cabo de tres semanas me llama este comercial para saber qué quiero pedir. Cortésmente le digo que no quiero nada, y que en el supuesto de estar interesada en comprar algún producto lo haría a través de la página web. ‘Bien, bien’.

Tres semanas más tarde me vuelve a llamar, misma respuesta, ‘ah no tenía constancia’,’ bien pues ahora por favor apúntatelo bien’,’ sí sí’.

Tres semanas más tarde vuelve a llamar (no es broma, vuelve a llamar) y yo ya un poco mosqueada (tener en cuenta que me llama siempre en mitad de la cena) le digo que por favor agradecería que no me volviera a llamar, ya que no se ni siquiera si volveré a comprar alguna vez a Eismann (y más teniendo en cuenta lo pesados que son).
Aún me llamó tres veces más, en períodos de cada tres semanas. A eso yo le llamo insistencia, bueno y ser pesado también lo llamo.

Pasado este período empezó a llamar en su lugar una chica. Le explico amablemente toda la historia, que hice un primer pedido para probar, que realmente tampoco puedo cargar para tres semanas debido a la capacidad de mi congelador, y que no me acaba de compensar hacerlo vía teléfono, que preferiría hacerlo a través de su página web. Amablemente también ella dice tomar nota y se disculpa por su compañero.

A las tres semanas me vuelve a llamar ella, si, si para alucinar en todos los colores. Le repito lo de la vez anterior y suplico que dejen de acosarme. A lo que la amable señorita me dice que no dejarán de llamar hasta que no pase un año y medio sin realizar ningún pedido, momento en que entenderán que no estoy interesada en ser cliente de Eismann. No me lo puedo creer, me irrito, monto en cólera, ruego compasión por mi……..son las normas de la empresa, y así acaba la conversación.

Ayer me volvió a llamar. Sí, parece ser que han vuelto a pasar tres semanas (podrían haber pactado cada 6, pero no, cada 3). Ya no discuto, escucho su presentación ‘Soy Fulanita de Eismann, quiere hacer algún pedido?’ ‘No, gracias’ ‘ Muy bien, gracias’ y así acaba el intercambio de palabras.

No es agradable, pero al menos ahora he conseguido sobrevivir a sus llamadas de acoso sin irritarme y sobre todo sin que se me quede la cena helada. Tan helada como sus productos...