Los días van pasando, las semanas caen una tras otra, meses que apenas vivo... Creo que ha llegado el momento de reconocer lo que tanto me cuesta y es que creo que, por más vueltas que le dé, no conseguiré volver a darle vida a este blog.
No se que es exactamente lo que me impide ponerme a ello, pero quizás debería buscar un motivo más allá de lo estrictamente relacionado con el tiempo y con la afición a compartir palabras.
Quizás se trata de una etapa quemada y debo poner mis miras en otra dirección. Quizás sólo es una racha pasajera (aunque mira que dura). Quizás los 'motivos' que me llevaron a escribir aquí han crecido. Quizás mis compañeros de viaje bloguero han ido cayendo por el camino. Quizás me siento en él encorsetada y etiquetada. Quizás, quizás...
En cualquier caso, he decidido que no pienso hacer ningún esfuerzo; que tan sólo dejaré que fluya la necesidad de pasarme por aquí. Y eso es justo lo que hoy me ha llevado a escribir estas cuatro palabras.
Y curiosamente hoy, celebro la entrada número 300 de este blog. Gracias a todos los que en algún momento del camino habéis pasado por aquí, algunos os habéis instalado y otros os habéis marchado, pero todos y cada uno de vosotros habéis dejado una huella. GRACIAS.
Y curiosamente hoy, celebro la entrada número 300 de este blog. Gracias a todos los que en algún momento del camino habéis pasado por aquí, algunos os habéis instalado y otros os habéis marchado, pero todos y cada uno de vosotros habéis dejado una huella. GRACIAS.